INTERVENCION DEL SENADOR LORIER EN LA SESION DEL 29 DE OCTUBRE DE 2012

 
SEÑOR LORIER.- Señor Presidente: hoy estamos tratando un tema sustantivo y esencial para el Uruguay productivo e integrado, como ha quedado reflejado en las intervenciones de nuestros compañeros Ministros. De ahí el necesario equilibrio para que en nuestra intervención exista una justa dosis de autocrítica, de crítica y de proposiciones.
  Por razones históricas es importante que en este Senado y en los uruguayos todos queden afirmados algunos conceptos básicos que nosotros defendemos.

  Primero: la debacle, el despeñadero de Pluna, tiene una vieja historia en este país; no es asunto de los últimos años o meses, sino que viene desde la enorme desidia y el burdo clientelismo –en términos generales, porque también hubo excepciones– con que la aerolínea fue conducida desde los Gobiernos previos a la dictadura, al igual que otras empresas públicas que fueron víctimas del peor de los clientelismos. Medio país viajó de regalo por el viejo mecanismo de las tarjetas, mientras el gerenciamiento brillaba, sí, pero por su ineficacia, por no decir su ausencia.

      Más adelante, pasado el período de la dictadura, nuestro país continuó sin tener una política aeronáutica integral, tarea que no hemos concretado los civiles, pero tampoco la tutela militar de la Fuerza Aérea sobre la Aviación Civil, que ha tenido rasgos de ineficiente y corporativa.

  Posteriormente, se produce un hecho que significó un gran golpe para Pluna, quizás el más significativo, el más cercano a su corazón, que–como veremos más adelante– le afecta hasta hoy día de un modo esencial: se le quitaron todos los servicios de rampa; se privatizaron.

   Estamos hablando del Gobierno del Partido Nacional, Presidencia del doctor Lacalle. De ahí en más, aquellos servicios fueron gestionados por un privado al que todos conocemos. Y hoy podemos saber que el pago que Pluna tiene que hacer por dichos servicios –que en términos generales se denominan “rampa”, pero que incluyen maleteros, limpieza del avión, fluido de aire acondicionado, tractores para conducir al avión, ómnibus para los pasajeros, las escaleras, etcétera– significan la parte más sustantiva del déficit que figura en el muy serio y fundamentado plan de los trabajadores de Pluna para su rescate.

  En efecto, por cada vuelo, aquí en Uruguay, la empresa tiene que pagar US$ 320 y en Argentina US$ 1.300, mientras que en Punta del Este la empresa Caisa le cobra US$ 780, cosa que antes no pasaba.

  Así, herida, trastabillando, estaba pronta la pobre Pluna para que se diera el siguiente paso, en el marco de una concepción neoliberal que no solo hostiga y denosta toda intervención activa estatal, sino que muchas veces –no siempre– lucra con dichas privatizaciones. Ese siguiente paso no demoró mucho en darse, vino de la mano del segundo Gobierno del Partido Colorado, posdictadura. El doctor Sanguinetti en la Presidencia y Rosario Medero –del Partido Nacional– al frente de Pluna, reciben bajo palio a Varig. Estamos hablando del año 1993; los frenteamplistas ya habíamos derrotado la Ley de Empresas Públicas, pero todavía no visualizábamos –y aquí va la primera autocrítica– el papel estratégico de una política aeronáutica nacional, quizás porque tampoco veíamos el papel trascendente del turismo y del transporte de carga en el desarrollo productivo nacional. Y esta es la segunda autocrítica.

   Por 1993 se producen llamados a ofertas y bueno es recordar que dos pluriconsorcios se presentaron, adjudicándoselo a Varig, que puso la irrisoria suma de U$S 2:000.000 y se quedó a cambio con el 49%, ni más ni menos, del paquete accionario, y con la gestión. Ningún uruguayo desconoce que Varig vino a destruir Pluna, a vaciarla de sus contenidos esenciales, y que casi insensiblemente –como actuaba el monstruo del cuento El Almohadón de Plumas, del gran Horacio Quiroga– la fue debilitando, hasta desmantelar y llevarse para Brasil el estratégico taller de mantenimiento. Todo eso pasaba frente a nuestros ojos y solo se oían unas pocas voces denunciando tal sangría, en especial –vale decirlo y recordarlo– la de los trabajadores organizados de Pluna que veían cómo, día a día, frente a sus propios ojos, se debilitaba mortalmente su fuente de trabajo. Entonces, sin seguir por esta línea, aunque podríamos hacerlo porque contamos con más elementos, decimos que el Frente Amplio se encuentra con una aerolínea en deplorable condiciones, que había sido dada a un competidor para liquidarla, ¡y vaya si lo hizo!

            Al asumir el Gobierno del Frente Amplio, en marzo de 2005, cuando se empezó a trabajar en el balance del Ejercicio 2004 – 2005, se descubrió que había gastos que estaban asentados como activos de la empresa; y no eran poca cosa, señor Presidente. En un caso habían puesto como activo U$S 3:000.000 que, en realidad, eran gastos por capacitación de empleados, como cursos de los pilotos.

  De esa forma, mediante el fraccionamiento del gasto en muchas facturas de montos menores, se disimulaba, y como los auditores solo toman muestras y miran el respaldo de una factura pero no su rubro, se daba este ocultamiento. Eso hacía Varig y los Directorios cómplices, y están las pruebas que lo demuestran. Pero como en aquel Uruguay no se aplicaban las normas internacionales de contabilidad que el Gobierno del Frente Amplio instauró como obligatorias con los Decretos de 2006 y 2007, se podían realizar tales maniobras que dibujaron balances y trasladaron deudas y pérdidas –y esto es grave– para que aparecieran en el futuro.

            Pasando raya, el Uruguay –Pluna– perdió por distintos conceptos US$ 146:000.000 en el decenio 1995–2005, tal como desglosó el ex-Presidente de Pluna, Carlos Bouzas, en el Parlamento, aquí mismo, en régimen de Comisión General, el 3 de octubre del año 2007.

      Los episodios posteriores ya han sido fehacientemente analizados en el recinto y, más allá de que nosotros defendimos la posibilidad de otra opción frente a Leadgate, nos hacemos responsables como el que más de lo sucedido y anotamos las autocríticas de nuestros principales referentes en ese momento. O sea, críticas sí, pero también autocríticas, como otras que nos haremos más adelante.

            Otro concepto básico que nos parece que puede quedar confirmado en este debate es que el dogma, el prejuicio, el estereotipo de que lo privado es más eficiente que lo público, o de que lo privado asociándose en mayoría con lo público y quedándose con la gestión es la gran panacea, ha quedado muy vapuleado por la vida misma. Las recetas del Consenso de Washington sobre privatización total, o las más hábiles sobre asociaciones con el Estado en minoría y sin participación en la gestión, ya no son cuestión de académicos, son una cuestión que la práctica misma viene laudando en favor de otras fórmulas que no descartan la asociación con privados, la sinergia, la mutua potenciación de fuerzas productivas públicas, tanto nacionales como de otros países; la simbiosis con los privados, pero que, desde nuestro punto de vista, tienen que tener un rol hegemónico, un rol directriz o conductor de lo público –aunque no sin cuidados, por aquello de la captura potencial que los privados pueden hacer de los representantes de lo público–, pues allí, en lo público, anida la defensa del interés social, colectivo, nacional, el interés del desarrollo de un proyecto, repito, con hondas raíces nacionales, populares y democráticas. De ahí nuestra firme oposición a cualquier situación de fuerte posición dominante, de monopolio o cuasi monopolio en comunicaciones tan vitales, en este caso con nuestro principal mercado, que es Argentina.

      El tercer concepto básico que surge de este debate, del cual la interpelación es solo un episodio, es que hemos aprendido mucho, pero muchísimo, sobre la importancia estratégica de la conectividad del país, sobre sus vínculos muy estrechos con las actividades productivas, con los servicios, con el turismo. No tenemos ningún empacho en reconocer que en muchas ocasiones no le dimos todo el valor que estos servicios tenían para la economía nacional y, por ende, tampoco le dimos su importancia plena a Pluna. Por eso, entendemos clave seguir profundizando en una política aeronáutica integral, seguir por el camino de la creación de la Junta Nacional Aeronáutica, como ya lo hemos hecho, y de colocar la Dirección de Transporte Aéreo dentro del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, pero reconocemos que aún falta camino por recorrer.

      Sobre los sucesos de más actualidad debemos decir que nosotros estudiamos y votamos la Ley n.º 18.931, de 17 de julio de este año. Por lo tanto, si ella contuviera errores u omisiones o hubiera sido un acto apresurado, nos sentimos tan responsables como cualquier otro compañero de nuestro Gobierno, pero no más. Nadie nos ha convencido o demostrado que hubiera errores en tal salida a la situación planteada.

   Sí nos hemos manifestado sumamente críticos con la posibilidad de que se fortalezcan, repito, posiciones dominantes en el tráfico global que une las orillas del Plata, posiciones dominantes muy fuertes que, en esencia, pueden constituirse en un monopolio privado o casi. Ello tiene que ver con las cuestiones de soberanía nacional, de la gran política aeronáutica integral que nos debemos todavía, y con cuestiones tan prácticas y sencillas como averiguar –y sufrir– cuánto vale un boleto aéreo antes y después de Pluna. Fijémonos que hoy un pasaje a Paraguay vale US$ 600; cuando estaba Pluna, valía US$ 300. A Brasil se han llegado a vender boletos a US$ 1.200, siendo el promedio de US$ 900; Pluna vendía los pasajes a US$ 400.

      También hemos sido críticos con actitudes de tono ético o moral que no son las generales del empresariado uruguayo, que rebajan la imagen general del país a escala internacional, una imagen que lleva años levantar pero que se puede derrumbar rápidamente ante comportamientos que los uruguayos no estamos acostumbrados a ver en nuestro suelo; aunque puedan ser moneda común en otros lados, aquí no.

   ¡Qué lindo estímulo le damos a los miles y miles de empresarios que van por la derecha, que utilizan de frente y mano los caminos correctos para presentarse en licitaciones, subastas u otros mecanismos de relacionamiento con el Estado! En este afán, reconocemos habernos equivocado al usar en un reportaje radial expresiones que pudieran sentirse como de matonismo o de amenaza personal. Dichas expresiones, básicamente, quisieron significar que íbamos a actuar, dentro de los ámbitos políticos y sociales, siempre apegados a las normas de Derecho, para que no prosperaran situaciones cuasi monopólicas, ni prácticas que creemos reñidas con los usos y costumbres mayoritaria e históricamente predominantes en Uruguay.

      Por último, en torno a la salida, compartimos el criterio de que este es un proceso todavía abierto, pero aquí no podemos dejar de decir que mucho valoramos el esfuerzo, el trabajo del gremio de Pluna, que presentó un proyecto serio, bien fundamentado, con metas claras y números precisos, que es realista, que no vende espejitos de colores y que parte de la base de comprender que un déficit primario en una aerolínea nacional no significa que el Estado, ni mucho menos la sociedad uruguaya, pierdan. Lo más probable es que ganen y, en la hipótesis peor, que empaten.

  Por eso, no estoy de acuerdo con que aquí no ha habido proyectos serios, como se dijo anteriormente. Podrá discreparse con él, podrá estarse de acuerdo total o parcialmente, pero aquí ha habido un esfuerzo, no solo para defender la fuente de trabajo y mirar la chacra propia, sino también para mirar el país en su conjunto y ver la importancia que tiene Pluna o una aerolínea de bandera nacional. Ha habido ese esfuerzo y nosotros lo saludamos.

      Por eso, este proyecto, como otros que se han elaborado y están a la espera de que el Estado uruguayo manifieste su interés, va en contra del liquidacionismo que repite dogmas antiestatales o los prejuicios hacia los trabajadores y sus propuestas. Nosotros, no como Senadores, sino simplemente como un uruguayo más, hemos hecho todo lo posible por hallarle una solución a este verdadero problema-país. Bueno fuera que, más allá de estructuras y burocracias, no tuviéramos esa preocupación que aplaudiríamos de cualquier ciudadano uruguayo, de cualquier condición, que estuviera actuando desinteresadamente para lograr esos fines. Pero además, como Senador del Partido de Gobierno, como integrante también del Gobierno –que no es solo el Poder Ejecutivo, sino también el Legislativo–, nos sentimos aún más responsables en la búsqueda de esos caminos de salida, conscientes de nuestros límites, sí, pero también del papel de la voluntad y de la acción en estos procesos.

      En definitiva, hemos buscado soluciones en el marco de la concepción de un país productivo, de un Uruguay integrado al resto de los países latinoamericanos, y nos hemos basado, sobre todo, en experiencias anteriores de alta solidaridad, como los casos de Cofac, de Sol Petróleo, del Hospital de Clínicas, del convenio petrolero, que avalan las gestiones realizadas en torno a una posible participación de Venezuela –no de Conviasa, como equivocadamente a veces se dice– en el proceso de salida de este pantano en que tenemos a Pluna.

   Dijimos que este es un proceso abierto todavía, que no nos resignamos a no tener una aerolínea de bandera, pero también decimos que estamos expectantes, alertas y en guardia para que no se repitan salidas que sean “pan para hoy y hambre para mañana”, que no garanticen el interés soberano nacional y el interés fundamental de los trabajadores. Creemos que en la futura línea aérea de bandera nacional debe haber una presencia estatal, tanto en la propiedad como en la gestión. Igualmente, debería asegurarse la participación de los trabajadores en el Directorio de la futura línea aérea. Creemos que los trabajadores y su saber acumulado son parte del patrimonio intangible de Pluna, que no debemos permitir que se pierda; es más, puede ser hasta objeto de una exportación no tradicional, para transmitir a otras aerolíneas y a otros países su experiencia. Pero, además, su participación también asegura conocimiento y control social.

      Estamos abiertos a cualquier forma de asociación que permita la mejor salida, siguiendo la línea de los puntos anteriores: participación del Estado y de los trabajadores en el Directorio. Nos hemos pronunciado por una asociación con Venezuela porque entendemos que hoy es la que brinda mayores garantías, y lo hemos fundamentado en esta exposición, pero tampoco tenemos por qué rechazar la participación de empresarios nacionales, si los hubiera; muy por el contrario, la aprobamos, siempre y cuando se base en una propuesta seria y sustentable y estén dispuestos a meter el dinero aquí en Uruguay y no a llevárselo hacia el exterior, como esos US$ 8.721:000.000 que están depositados en bancos extranjeros. ¡Cómo no vamos a estar de acuerdo con que vengan e inviertan acá, como tantos otros, también en una iniciativa de esta naturaleza!

            Culmino mi intervención con una mención a los trabajadores. A pesar de todos los problemas que ha tenido Pluna en materia de gerenciamiento y de propiedad, nuestra aerolínea, para orgullo de todos los uruguayos, no tiene un solo accidente en su historia. ¡Cero accidente! ¡Qué valor intangible! ¡Qué gran patrimonio! ¡Mucho más que todos los aviones y que todas sus propiedades juntas!

            Fijémonos, señor Presidente, en este artículo del diario The Wall Street Journal del día 21 de octubre, titulado “Los cielos de América Latina, los más inseguros”. El artículo dice: “Preparado bajo el auspicio de la OACI, un brazo de las Naciones Unidas, el informe de 2011 describe un preocupante panorama de una alta tasa de accidentes que cubre una amplia gama de los vuelos comerciales, incluyendo aeronaves con turbohélices y de construcción no occidental. En él se enumeran tres accidentes más que en 2010 y cinco más que en 2009 en la región.

      Según el informe, uno de cada unos 250.000 vuelos de aerolíneas comerciales en América del Sur, Central y el Caribe el año pasado estuvo involucrado en un accidente de gravedad –o un incidente que resultó en daños lo suficientemente graves para desechar el avión–, una tasa cerca de 20% más alta que la del año anterior”.

      Entonces, ¿cómo los uruguayos no vamos a valorar a una aerolínea que tiene cero accidentes? Y eso no es casualidad, eso es obra de que –como nos lo dijera un veteranísimo trabajador de Pluna– jamás despegó ni despegará un avión de Pluna si no pasa por todos los controles de mantenimiento, por todos los protocolos de seguridad que se siguen a rajatabla para darle salida.

      Por eso, un homenaje sí –¿por qué no?– a esos trabajadores y trabajadoras que han hecho que nos destaquemos en América Latina. Basta observar este artículo que recién mencionábamos para ver y resaltar el valor y el patrimonio intangible que tenemos.

      Es así que, con nuestros trabajadores, con nuestro Gobierno y con la fuerza de todos los uruguayos honestos que quieren una salida, estamos seguros que la vamos a encontrar.

      Muchas gracias.